"¿Y vosotros? ¿Quién decís que soy Yo?" (Mt 16, 15)
Jesús de Nazaret fue un sencillo aldeano que vivió hace más de dos mil años en un país subdesarrollado sometido a la dictadura de la potencia militar de entonces. Jamás escribió un libro. No tuvo dinero, ni propiedades, ni residencia fija. Su vida pública duró menos de tres años en los que se limitó a recorrer un territorio menor que Galicia. Pudiendo haber sido un poderoso líder político de su tiempo escogió, sin embargo, un estilo de vida itinerante para predicar un mensaje paradójico de amor al prójimo y perdón a los enemigos. Los violentos lo encontraban débil y manso y, sin embargo, fue perseguido por las autoridades de su tiempo como un peligroso malhechor. Fue sometido a un juicio que hasta sus enemigos consideraron injusto[1]. No obstante...
…hoy, más de dos mil millones de personas (un tercio de la población del Planeta) lo confiesan como Dios y millones de moribundos abandonan este mundo con el consuelo de pronunciar su nombre. Cada año se publican miles de nuevos libros que hablan sobre él. Jóvenes de todas las razas abandonan cuanto tienen y se van lejos de sus casas para seguir repitiendo sus mismas palabras a personas que aún no le conocen. Muchos han sido torturados y asesinados por seguirle y otros también han perdido la vida por negarse a creer en él. En menos de trescientos años, su doctrina fue capaz de transformar un imperio. Bajo su impulso se descubrieron nuevos continentes. Nadie ha sido tan amado y tan odiado, tan admirado y tan despreciado. Ciertamente, a nadie deja indiferente. Si cuanto predicó es verdad, tenemos la respuesta profunda a los interrogantes más importantes que durante todos los siglos han inquietado a los filósofos: la vida y la muerte, Dios y la humanidad, el camino para ser feliz. Nadie en la actualidad sería capaz de dar nada por César, Pericles o Napoleón, pero muchos siguen llorando su muerte que es, sin parangón, la más famosa de la Historia[2].
Hay un antiguo proverbio indio que dice que todo sigue vivo hasta que deja de ser recordado. Quizá por eso, en los años 60, se hizo popular una pregunta que impactaba a quienes valoraban estos datos: ¿estará muerto este al que preocupa a tantos vivos?
Andrés Brito
[1] WATSON, D., y JENKINS, S., Jesús, entonces y ahora, PPC, Madrid, 1987, p. 5.
[2] MARTÍN DESCALZO, J., Vida y misterio de Jesús de Nazaret, Sígueme, Salamanca, 1989, p. 10.
…hoy, más de dos mil millones de personas (un tercio de la población del Planeta) lo confiesan como Dios y millones de moribundos abandonan este mundo con el consuelo de pronunciar su nombre. Cada año se publican miles de nuevos libros que hablan sobre él. Jóvenes de todas las razas abandonan cuanto tienen y se van lejos de sus casas para seguir repitiendo sus mismas palabras a personas que aún no le conocen. Muchos han sido torturados y asesinados por seguirle y otros también han perdido la vida por negarse a creer en él. En menos de trescientos años, su doctrina fue capaz de transformar un imperio. Bajo su impulso se descubrieron nuevos continentes. Nadie ha sido tan amado y tan odiado, tan admirado y tan despreciado. Ciertamente, a nadie deja indiferente. Si cuanto predicó es verdad, tenemos la respuesta profunda a los interrogantes más importantes que durante todos los siglos han inquietado a los filósofos: la vida y la muerte, Dios y la humanidad, el camino para ser feliz. Nadie en la actualidad sería capaz de dar nada por César, Pericles o Napoleón, pero muchos siguen llorando su muerte que es, sin parangón, la más famosa de la Historia[2].
Hay un antiguo proverbio indio que dice que todo sigue vivo hasta que deja de ser recordado. Quizá por eso, en los años 60, se hizo popular una pregunta que impactaba a quienes valoraban estos datos: ¿estará muerto este al que preocupa a tantos vivos?
Andrés Brito
[1] WATSON, D., y JENKINS, S., Jesús, entonces y ahora, PPC, Madrid, 1987, p. 5.
[2] MARTÍN DESCALZO, J., Vida y misterio de Jesús de Nazaret, Sígueme, Salamanca, 1989, p. 10.
Pisar donde pisó Cristo
Corrían los años sesenta, y en la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética era importante "ser el primero". Los rusos, con Yuri Gagarin, fueron los primeros en conseguir que un hombre completara un viaje espacial completo. Fue en 1961, y Nikita Khrushev aprovechó la ocasión para una ocurrencia atea, proclamando en una reunión del Politburó: «Gagarin voló al espacio, pero no vio a Dios allí». El héroe ruso murió en 1968 en un accidente de avión, sin llegar a ver la siguiente gran hazaña de la navegación extraterrestre.
El 21 de julio de 1969 el Apolo XI, con aquella histórica tripulación (Neil Armstrong, Edwin "Buzz" Aldrin, Michael Collins), llegó a la órbita de la luna, y cuando el módulo tocó su superficie Armstrong descendió, dejó su huella y pronunció en directo, para millones de telespectadores, aquella frase: "Un pequeño paso por un hombre, un gran paso para la Humanidad".
Su fallecimiento a los 82 años ha recordado sobre todo este momento, aunque también que llegó a la NASA tras un brillante historial militar que incluye 78 misiones de combate como piloto naval en Corea.
A diferencia de Gagarin, Armstrong era un hombre muy religioso y profundamente cristiano. Quizá la historia más conocida en ese sentido es la que sucedió en Jerusalén en 1988.
Neil visitó Jerusalén ese año, y le pidió a Thomas Friedman, un profesor experto en arqueología bíblica que le hizo de guía por la ciudad, que le llevase a un lugar donde pudiese tener la certeza de que había caminado Jesucristo.
El profesor, una de cuyas alumnas, Ora Shlesinger, ha relatado la historia más de una vez, llevó a Armstrong a los restos de escaleras del templo construido por Herodes el Grande que aún se conservan. "Estos peldaños constituían la principal entrada al templo", le dijo: "No hay duda de que Jesús subió por ellos".
Armstrong se concentró entonces profundamente y rezó durante un rato. Al terminar, se volvió a Friedman, y, emocionado, le dijo: "Para mí significa más haber pisado estas escaleras que haber pisado la Luna".
Publicado en Religionenlibertad.com
El 21 de julio de 1969 el Apolo XI, con aquella histórica tripulación (Neil Armstrong, Edwin "Buzz" Aldrin, Michael Collins), llegó a la órbita de la luna, y cuando el módulo tocó su superficie Armstrong descendió, dejó su huella y pronunció en directo, para millones de telespectadores, aquella frase: "Un pequeño paso por un hombre, un gran paso para la Humanidad".
Su fallecimiento a los 82 años ha recordado sobre todo este momento, aunque también que llegó a la NASA tras un brillante historial militar que incluye 78 misiones de combate como piloto naval en Corea.
A diferencia de Gagarin, Armstrong era un hombre muy religioso y profundamente cristiano. Quizá la historia más conocida en ese sentido es la que sucedió en Jerusalén en 1988.
Neil visitó Jerusalén ese año, y le pidió a Thomas Friedman, un profesor experto en arqueología bíblica que le hizo de guía por la ciudad, que le llevase a un lugar donde pudiese tener la certeza de que había caminado Jesucristo.
El profesor, una de cuyas alumnas, Ora Shlesinger, ha relatado la historia más de una vez, llevó a Armstrong a los restos de escaleras del templo construido por Herodes el Grande que aún se conservan. "Estos peldaños constituían la principal entrada al templo", le dijo: "No hay duda de que Jesús subió por ellos".
Armstrong se concentró entonces profundamente y rezó durante un rato. Al terminar, se volvió a Friedman, y, emocionado, le dijo: "Para mí significa más haber pisado estas escaleras que haber pisado la Luna".
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