TORTURANDO A CRISTO
Texto extraído de «Periodismo científico y sensacionalismo: la Síndone de Turín», tesis doctoral de Andrés Brito defendida en 2008 en la Universidad de La Laguna (Tenerife).

Cuatrocientos años antes de esa primera fotografía tomada a finales del siglo XIX, la ciencia ya había prestado atención a la Síndone. El primer libro que se publicó sobre el tema del que se tiene noticia fue “Esplicatione del Lenzuolo ove fu involto il Signore”, escrito por Alfonso Paleotto, arzobispo de Bolonia, editado en 1598. Se trata de un análisis riguroso (para la época, naturalmente) de alguien que intentaba ser lo más técnico posible a la hora de describir las huellas apreciables en la tela.
Los primeros eruditos modernos en estudiarla como la prueba de un horrendo crimen fueron diversos médicos como:
Estos forenses coinciden en que las huellas que en ella se aprecian son anatómicamente perfectas y corresponden a las que dejaría en una tela el cuerpo de un varón crucificado, tal y como describen los Evangelios, y como la arqueología y la historia nos indican que hacían los romanos en el siglo I.
Es más: en la Síndone aparecen reflejadas huellas de tipo anatómico-forense desconocidas antes del siglo XX, como por ejemplo la presencia de sangre venosa y sangre arterial, de sangre pre y post mortal o de suero sanguíneo alrededor de las costras que sólo es posible apreciar cuando se fotografía la reliquia con luz ultravioleta. Para ser exactos, la Síndone es el único retrato de la Pasión que, en contra del resto de las representaciones de la misma realizadas a lo largo de dos mil años de arte cristiano, muestra con detalle cada una de las torturas sin un solo error.
Al Dr. Cazzaniga, director del Instituto de Medicina Legal de la Universidad de Milán, le parece lógico que la Medicina Forense se interese por el lienzo porque los dictámenes directos son competencia del médico legal cuando pertenecen a un cuerpo humano o a restos, despojos, fragmentos, vestigios de éste, o también a sus huellas o improntas[7]. Según el Dr. Barbet, las llagas son de tal realismo que para un cirujano son una evidencia:
“Jamás un falsario hubiera podido, ni siquiera en nuestra época con todo lo que ahora se sabe sobre la coagulación de la sangre, imaginar todos esos cuajarones con la infinita variedad de sus detalles, todos conformes con los que nosotros vemos todos los días, y sin que se pueda encontrar un solo error entre ellos. Incluso si alguien hubiera podido imaginarlos, le habría sido imposible realizarlos sobre una tela de lino como es el lienzo, ni con pintura, ni con tintura, ni siquiera con sangre misma. Todas estas huellas que forman la imagen se alejan plenamente, de forma extraña, y se puede decir que con tranquila desenvoltura, de la tradición iconográfica; pero todas, sin excepción, coinciden estrictamente con la realidad”[8].
El estudio médico-forense de las manchas de la Síndone comenzó por la determinación de si lo que aparentemente se ve como sangre en la tela es sangre real. De ello se encargaron los doctores Alan Adler, profesor de Química del Western Connecticut State Collage, y John Heller, biofísico del New England Institute[9].
Tras estudiar los hilos impregnados llegaron a la conclusión de que, en efecto, se trata de sangre humana[10]. Comprobaron además que bajo las costras de sangre coagulada no hay imagen, lo que quiere decir que la Sábana se manchó primero de sangre y sólo después llegó hasta la tela la imagen del Hombre que en ella se envolvió. Esto descarta una posible falsificación, porque sería absurdo pensar que un falsificador medieval primero “pinta” con sangre las manchas en lugares anatómicamente perfectos y luego genera la imagen del cuerpo para hacerla coincidir con aquellas.
Si se hubiese empleado un pincel con sangre para pintar las manchas no hubiese quedado, como así es, una película de suero sólo visible con luz ultravioleta alrededor de los regueros[11].
El Dr. Baima Bollone determinó en 1981, utilizando anticuerpos fluorescentes, que la sangre presente en la Sábana es del tipo AB[12], muy extraño entre los seres humanos (apenas llega al 3% en los europeos), pero el más común entre las personas de razas hebrea y yemení, grupos étnicos que han mantenido su pureza genética debido al aislamiento y la endogamia.
Fotografiando ese suero sanguíneo sólo visible con luz ultravioleta, se comprobó que el semblante del Hombre de la Sábana se encuentra surcado por hilillos de sangre, lo que correspondería a un fenómeno conocido como “hematohidrosis” y que consiste en que el sujeto, a causa de un intensísimo estrés, suda sangre, tras romperse los vasos sanguíneos superficiales debido a una potente tensión emocional. Dicha sangre fluye al exterior a través de los poros del cutis. Recordemos que el Evangelio según san Lucas menciona este dato en el momento de la angustiosa oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní, poco antes de ser apresado (Lc 22, 44).
El anormal índice de bilirrubina detectado en el análisis hematológico confirma que el sujeto atravesaba un estado emocional de enorme angustia y parece que da a la sangre, sea dicho de paso, una tonalidad mucho más roja de lo normal[13].
Lo primero que hicieron los médicos del Equipo STURP fue analizar antropométricamente al Hombre de la Síndone y contrastarlo con los estudios previos, en especial el del Dr. Hynek[14], con el siguiente resultado:
Varón de entre 30 y 40 años. Caucásico. Mide entre 1’78 y 1’83 de estatura (la medida varía según los autores a causa de los pliegues de la tela y a la torsión del cadáver debida a la propia crucifixión). Longitud de las extremidades superiores: 60,5. Longitud de las extremidades inferiores: 84,6. 80 kilos. Peso aproximado del cerebro: 1.492 gramos. En resumen, un cuerpo humano atlético perfecto y de particular belleza[15].
Mientras es interrogado por el Sumo Sacerdote, recibe un golpe en la mejilla. En el texto original del Evangelio de san Juan se dice que el esbirro de Caifás le da a Jesús un ραπισμα (Jn 18, 22) y erróneamente se traduce este término griego por “bofetada”. Habría que traducirlo por “porrazo”, “golpe seco y contundente infligido con un palo”, “bastonazo”. También en la Palestina del siglo I los soldados iban armados con porras y es con ese instrumento con el que golpean a Jesús.
Recordemos que desde que Jesús es detenido en el Huerto de Getsemaní hasta prácticamente el momento de morir recibe golpes que le van desfigurando la cara. Es inconcebible la extraordinaria crudeza de estos abusos arbitrarios y brutales, teniendo en cuenta que se trata de un reo desprotegido, atado y que en ningún momento presenta resistencia o intención de escapar (Mt 26, 67).
A Jesús lo flagelan con terrible dureza, pero atendiendo a la orden de Pilatos de respetar su vida los verdugos procuran no golpear la zona del corazón (Mt 27, 26; Mc 15, 15; Jn 19, 1).
De ningún otro crucificado más que de Jesús de Nazaret se sabe que haya sido coronado con espinas (Mt 27, 29; Mc 15, 17; Jn 19, 2)[17]. Era una burla cruel a un hombre que había afirmado ser “rey”. Estamos acostumbrados a ver la corona en forma de anillo que rodea la frente y las sienes, pero quizá la realidad fue otra:
No olvidemos que, según el relato Evangélico, los soldados, con satánica malicia, comenzaron además a golpearle sobre la corona con un palo para clavársela más profundamente (Mc 15,17-19). Esto tuvo que provocarle un dolor de paroxismo.
“En el Cementerio de Pretextato, en Roma, final del siglo I, se conserva, aunque en parte deteriorada, la única escena de la Pasión en las pinturas de las catacumbas; es un trasunto de la Coronación, en la cual la cabeza del Señor está enteramente cubierta de espinas”[18].
Otra forma bastante común de representar a Cristo es haciéndolo cargar con toda la cruz, pero esto no es correcto:
Jesús recorría el Via Crucis desangrado y muy débil, y por ello obligan a Simón de Cirene a ayudarle (Mt 27, 31; Mc 15, 21; Lc 23, 26; Jn 19, 17).
La ignorancia de los pintores y escultores sobre lo que era una crucifixión en el siglo I era justificable, porque se abolió en el siglo IV, tras la conversión de Constantino[19]. De este modo se perdió la memoria visual real de lo dramática que era la muerte en la cruz, pero hemos vuelto a recuperarla como consecuencia de los estudios sindónicos. El Capítulo 4 de esta Tesis intenta demostrar que esa misma “memoria visual” es la que intenta rescatar el cine desde 1978.
El Dr. José Javier Domínguez, de la Clínica Universitaria de Navarra, aporta en su estudio un dato histórico al relatar que la crucifixión posiblemente fue inventada por los persas. Alejandro Magno introdujo esta práctica en Egipto y Cartago, y los romanos debieron de aprenderla de los cartagineses. Aunque los romanos no la inventaron, la perfeccionaron como una forma de tortura y castigo capital que buscaba el máximo dolor y sufrimiento.
“Era una de las más horribles y crueles formas de ejecución y estaba reservada solamente para esclavos, extranjeros, revolucionarios y criminales abyectos. Los ciudadanos romanos no podían ser crucificados excepto, posiblemente, en caso de deserción por los soldados”[20].
El “New International Dictionary of New Testament Theology” describe así cómo era una crucifixión romana en el siglo I:
“El condenado tuvo que arrastrar su propio stauros (el patíbulo) al lugar del castigo donde el otro stauros (el palo vertical) estaba hundido en la tierra. Los brazos de la víctima eran extendidos en el patíbulo que él llevó al lugar y un clavo era metido en cada mano [...] La viga transversal (patíbulo) era levantada, con el cuerpo sujeto, a la viga vertical (stauros) y era sujeto con un clavo largo. Finalmente, los pies del condenado eran clavados a la viga vertical”[21].
Cicerón calificaba a la crucifixión como “el mayor suplicio”, “el más cruel y terrible”, “el peor y el último de los suplicios, el que se inflige a los esclavos”[22]. Comprobaremos inmediatamente hasta qué punto estaba en lo cierto.
Clavos de la cruz hay muchos por el mundo: Jerusalén, Roma, Florencia, Venecia, París, etc. Naturalmente, no todos pueden ser verdaderos. Hay que someter a estudio cada uno para poder garantizar su autenticidad, tal y como ya expusimos en la Introducción. En opinión del Dr. Casselli, el grosor del clavo debió ser de unos 7 mm. El orificio del clavo no es redondo, sino cuadrado, y tiene según los técnicos, igual perímetro que el que tienen los dos clavos que se hallan en Roma, en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén y se han considerado desde siempre como los de la Pasión de Cristo[26].
Colgado de las muñecas y soportando el peso en los pies, la única forma en la que es posible respirar, dado que el diafragma oprime los pulmones, es hacer un titánico esfuerzo por tirar hacia arriba e inspirar un poco de aire.
Dado lo espantoso del espectáculo, los propios soldados se apiadaban de los condenados y les rompían las piernas con unas mazas (Jn 9, 32). A Jesús no se las rompieron (Jn 19, 33) porque ya estaba muerto: no se movía y estaba en una posición incompatible con la respiración.
Jesús dura sólo tres horas sobre el madero, a diferencia de otros crucificados que tardaban incluso días en morir, pero recordemos que Él llega ya muy desangrado a la cruz a causa de las torturas previas. El Dr. Domínguez describe la escena con toda crudeza:
“El crucificado era acosado por terribles calambres y espasmos tetánicos. En plena lucidez de pensamiento, veía cómo se le escapaba la vida lentamente en cada respiración. Es difícil imaginar el terrible sufrimiento no solo físico, sino también moral, de verse abandonado, desnudo, indefenso ante una chusma increpante, acosado por el frío, la sed y la fiebre”[28].
Queda un último suplicio, pero ya sobre el cadáver del crucificado: asegurarse de que está muerto atravesando con un pilum o lanza romana de siete centímetros de ancho el quinto espacio intercostal y perforar la aurícula derecha del corazón.
En cadáveres recientes, esta cámara cardiaca conserva sangre fluida. San Juan afirma haber visto manar agua y sangre del costado abierto de Jesús tras la lanzada (Jn 19, 34). El Apóstol era pescador y, en su ignorancia sobre anatomía, no supo interpretar que el “agua” que veía era, según explica el cardiólogo Ignacio Balaguer, fruto de una pericarditis serosa traumática:
“De la lanzada del costado derecho primero (hizo que) saliera agua al atravesar el sacro pericárdico distendido y luego sangre al atravesar la pared de la aurícula derecha. Así se explican las dos coladas que parecen deducirse de la imagen”[29].
Sería innecesariamente prolijo para el propósito de esta Tesis referirse a todo lo que se sabe desde el punto de vista anatómico sobre el Hombre de la Sábana[31]. Baste con decir que estamos ante la única imagen que se ajusta al cien por cien a lo que la Medicina Legal considera que fue una muerte idéntica a la que los Evangelios describen. El Dr. Delfín Villalaín suma las torturas psicológicas a las físicas:
“Una detención por la noche, un arresto pequeño, luego otro más grande, escándalos en el barrio con gran alharaca, un interrogatorio muy duro en el que, es curioso, le tapan la cabeza, igual que hacen las policías modernas buscando la desorientación del reo. Además, se le somete a toda una serie de humillaciones que normalmente no se tienen en cuenta: cambio de ropa, lo desnudan varias veces públicamente, lo exponen hecho un harapo, buscando estropear su imagen personal. (…) Es un proceso muy parecido al sistema que utilizaba la KGB en la etapa dura soviética: sigue los mismos parámetros”[32].
El forense valenciano indica siete fases en este proceso:
En el website de la Universidad de Salamanca se indica que el proceso de la crucifixión es una forma de ejecución especialmente diseñada para degradar públicamente al condenado. Las autoridades romanas la aplicaban a aquellos individuos a quienes no sólo se quería eliminar físicamente, sino también moral y afectivamente, a fin de que su posible influencia sobre la sociedad quedara borrada de forma definitiva junto con su existencia. Conseguir que el reo quede despojado de todos aquellos rasgos que le hacen social y humanamente digno, que adquiera una apariencia repulsiva, que el miedo y el dolor le hagan perder el autocontrol... Sirve para legitimar a las autoridades que han decidido deshacerse de él, facilita la tarea de los verdugos y avergüenza a los familiares y amigos.
El informe continúa dando cuenta de que el proceso de degradación del condenado a la cruz empezaba en el camino que debía recorrer hasta llegar al lugar de la ejecución, pasando por las zonas más populosas de la ciudad y cargando el travesaño de su propio patíbulo. Normalmente llevaba colgado al cuello un letrero con la causa de su condena. Muchas veces estaba ya desfigurado debido a las torturas que había sufrido en prisión. El lugar donde era ejecutado estaba siempre fuera de la ciudad, simbolizando el rechazo de la entera comunidad hacia su persona; sin embargo, se solía elegir un punto concurrido o elevado con el fin de que hubiera el mayor número posible de testigos de su deshonra. La desnudez tenía por objeto avergonzarle públicamente, la forma como era colgado y la duración de la agonía, quebrarle moralmente y hacerle perder la compostura. Cuando finalmente moría, las autoridades prohibían que se le diera una sepultura digna. Lo más frecuente era que dejaran al cadáver sujeto a la cruz durante días y luego lo arrojaran a un vertedero o fosa común, como ya hemos indicado. Sólo en algunas ocasiones muy excepcionales permitían que la familia lo enterrara, pero con la condición de que no hubiera ritos funerarios ni otros signos de duelo”[34].
Concluimos este apartado con un sucinto resumen de los factores que causan la muerte del Hombre de la Síndone, tal y como figuran en un informe de “Sindon”, el boletín del Centro Internacional de Sindonología:
A) Traumáticos: golpes, bastonazos, caídas, coronación de espinas, zonas excoriada y contusa en la espalda, flagelación, lesiones contusitas en articulaciones superiores e inferiores, abundante pérdida de líquido que comienza ya en la hematohidrosis.
B) Gravitaciones: elevamiento y fijación del “patibulum” (palo horizontal) sobre el “stipes” (palo vertical) con el cuerpo del condenado clavado por los pulsos, suspensión prolongada del condenado en la cruz.
C) Consiguientes perturbaciones del aparato cardiocirculatorio: reducción de la cantidad de sangre en cabeza y tórax, aumento inicial transitorio de la frecuencia cardiaca, reducción de la presión arterial, variación del tono vagal, anemia coronaria y cerebral, visión negra, pérdida del conocimiento, perturbación de los centros bulbares cardiorreguladores, hiperpotasemia, perturbación del ritmo cardíaco, arresto cardíaco en diástole[35].
La muerte es un suceso que deja pistas inequívocas. Cuando un cuerpo cesa sus funciones por razones externas o naturales, el origen de este acontecimiento puede recrearse con asombrosa fiabilidad. Todo cadáver tiene algo que contar: si la víctima fue estrangulada, lo deduciremos explorando las venas de sus ojos; si los tiene ensangrentados y con las pupilas dilatadas, pudo ser una neurisma cerebral provocado por un esfuerzo excesivo; si recibió un balazo, los orificios de entrada y los residuos de pólvora pueden servir para escenificar cómo fue su asesinato y establecer el posible móvil; si fue sumergida en un medio acuático, averiguaremos si ya estaba muerta analizando la presencia o no de líquido en sus pulmones; un análisis toxicológico o el examen del estómago proporcionan información sobre el comportamiento de la víctima poco antes de fallecer. Los cabellos y fibras, esquirlas de cristal, de plástico o incluso restos de insectos también pueden ayudar a recrear las circunstancias bajo las cuales halló la muerte. El presunto homicida puede mentir en el interrogatorio, pero las evidencias aportan un testimonio del todo elocuente a quien ha sido entrenado para interpretarlas. Los modernos laboratorios forenses son capaces de reconstruir, a partir de detalles microscópicos, las motivaciones y circunstancia de prácticamente cualquier asesinato.
Tal vez sea una ironía sólo comprendida por los profesionales que realizan estos exámenes que la muerte, tanto como la vida, no es un fenómeno que suceda de forma instantánea, sino un drama que transcurre en el tiempo, con un principio, un desarrollo y un final.
Después de efectuar la “autopsia” del Hombre de la Sábana y de esclarecer el tormento que acabó con su existencia, es evidente que los agresores martirizaron a la indefensa víctima con la cruel intención de hacerle pasar por un suplicio que sobrecoge por su extrema severidad. Ha habido muchos asesinatos constatados a lo largo de la Historia, despiadados, trágicos y detestables, pero este es uno de los crímenes más duros e inhumanos que quepa imaginar. Acaso el único que muchos seguimos llorando siglos después de haberse perpetrado.
[1] VIGNON, P., Le Linceul…, op. cit.
[2] DELAGE, Y., “Revue…”, op. cit.
[3] BARBET, P., Las llagas de Jesús y el Santo Sudario. Comprobaciones científicas, Biblioteca Sindoniana, nº 9, Oviedo, 1953.
[4] LÓPEZ GÓMEZ, L., La herida del corazón de Jesús y el Santo Sudario, Biblioteca Sindoniana, nº 7, Teruel, 1950.
[5] HYNEK, R., El aspecto físico de Jesús en el Santo Sudario, Biblioteca Sindoniana, nº 11, Barcelona, 1954.
[6] JUDICA, G., ¿Es Cristo…, op. cit.
[7] HYNEK, R., El aspecto…, op. cit.
[8] BARBET, P., ponencia en el Congreso Internacional de la Síndone, Roma, 1950.
[9] ADLER, A y HELLER, J., Blood on the Shroud of Turin, “Applied Optics”, Vol. 19, nº 16, 15 de agosto de 1980, pp. 2742-2744.
[10] “Sindon”, nº 30, 1981, pp. 5-8.
[11] Pues, una vez sale la sangre del cuerpo, el suero se separa y no se habría encontrado (Nota del Dr. José Javier Domínguez).
[12] “Sindon”, nº 31, 1982, pp. 5-9.
[13] Es curioso observar que la “exagerada rojez” de la sangre ha sido empleada como argumento en contra de la autenticidad de la reliquia, cuando es precisamente lo contrario.
[14] HYNEK, R., El aspecto físico..., op. cit.
[15] Ya Gedda presentó un estudio antropométrico sobre el Hombre de la Síndone en el Congreso Sindonológico de Turín de 1939.
[16] CARRASCO, J., “Blanco y Negro”, abril 1971, p. 27.
[17] BARBERIS, B., La Sindone. Storia. Scienzia, Centrostampa, Torino, 1980.
[18] El Santo Sudario en su realidad. Descripción popular, Bibliotheca Sindoniana, Manual nº 1, Barcelona, 1950.
[19] Hay testimonios de que en algún otro momento se utilizó, aunque de forma extraordinaria. Luis VI, rey de Francia ordenó crucificar en el año 1127 al asesino del conde de Flandes, Carlos el Bueno, y en Japón se utilizó la cruz hasta el siglo XIX, sólo que el verdugo asaeteaba con flechas al reo disparándole en zonas no vitales de la anatomía a fin de causarle un sufrimiento aún más refinado.
[20] DOMÍNGUEZ, J., La Síndone. Estudio médico, en La Síndone de Turín: estudios y aportaciones, Centro Español de Sindonología y Turín Shroud Center of Colorado, Valencia, 1998.
[21] New International Dictionary of New Testament Theology, Vol. I, p.39.
[22] In Verrem II, lib. V, 60-61.
[23] ORTIZ, L., Cristo, su proceso y su muerte, tomo 2º, Fomento, Madrid, 1976.
[24] ZANINOTTO, G., La tecnica della crocifissione romana, “Quaderni di studi sindonici”, Emmaus, Roma, 1982.
[25] Cuando hablamos de derecha e izquierda en la Síndone hay que tener en cuanta que la imagen se nos muestra como si estuviera reflejada en un espejo. Por ejemplo, la herida del costado (a la derecha en el cuerpo en la realidad) aparece a la izquierda de la imagen, o sea, “reflejando” al espectador. En la imagen dorsal ocurre exactamente igual. Esta circunstancia fue la que inspiró en Juan Pablo II el título para su Discurso durante la celebración de la Palabra en la catedral de Turín el 24 de mayo de 1998: La Sábana Santa, un espejo del Evangelio.
[26] CORSINI, M., Historia del Sudario de Cristo, Rialp, Madrid, 1988.
[27] PETROSILLO, O. y MARINELLI, E., El escándalo de una medida, Marcomba, Barcelona,1991.
[28] AA.VV., La Síndone… op. cit.
[29] SOLÉ, M., “La Sábana”…, op. cit., p. 10.
[30] PETROSILLO, O., Si la ciencia… op. cit.
[31] Todo lo reseñado sobre las torturas puede comprobarse en los libros de actas de los congresos nacionales e internacionales que se han celebrado sobre el tema y en los distintos libros monográficos o generales publicados por los médicos, cuya reseña se incluye en la bibliografía de esta Tesis.
[32] GARCÍA, A., Entrevista a José Delfín Villalaín, Catedrático de Medicina Legal de la Universitat de València. El proceso para destruir a Cristo es muy parecido al que usaba la KGB”, “Levante, el Mercantil Valenciano”, 10 de abril de 2004, p. 24.
[33] Ibíd.
[34] Website de la Universidad de Salamanca: http://www.jesus.teologia.upsa.es
[35] “Sindon”, Centro Internacional de Sindonología, Turín 1974, p. 48.
Los primeros eruditos modernos en estudiarla como la prueba de un horrendo crimen fueron diversos médicos como:
- Paul Vignon, profesor de Biología del Instituto Católico de París[1],
- Yves Delage, profesor de Anatomía de la Sorbona francesa[2],
- Pierre Barbet, cirujano jefe del Hospital de San José de París[3],
- el Catedrático de Medicina Legal español Leopoldo López Gómez[4],
- Rudolf W. Hynek, fisiólogo de la Academia de Medicina de Praga[5], o
- Giovanni Judica-Cordiglia, profesor de Medicina Legal de la Universidad de Milán[6], entre otros.
Estos forenses coinciden en que las huellas que en ella se aprecian son anatómicamente perfectas y corresponden a las que dejaría en una tela el cuerpo de un varón crucificado, tal y como describen los Evangelios, y como la arqueología y la historia nos indican que hacían los romanos en el siglo I.
Es más: en la Síndone aparecen reflejadas huellas de tipo anatómico-forense desconocidas antes del siglo XX, como por ejemplo la presencia de sangre venosa y sangre arterial, de sangre pre y post mortal o de suero sanguíneo alrededor de las costras que sólo es posible apreciar cuando se fotografía la reliquia con luz ultravioleta. Para ser exactos, la Síndone es el único retrato de la Pasión que, en contra del resto de las representaciones de la misma realizadas a lo largo de dos mil años de arte cristiano, muestra con detalle cada una de las torturas sin un solo error.
Al Dr. Cazzaniga, director del Instituto de Medicina Legal de la Universidad de Milán, le parece lógico que la Medicina Forense se interese por el lienzo porque los dictámenes directos son competencia del médico legal cuando pertenecen a un cuerpo humano o a restos, despojos, fragmentos, vestigios de éste, o también a sus huellas o improntas[7]. Según el Dr. Barbet, las llagas son de tal realismo que para un cirujano son una evidencia:
“Jamás un falsario hubiera podido, ni siquiera en nuestra época con todo lo que ahora se sabe sobre la coagulación de la sangre, imaginar todos esos cuajarones con la infinita variedad de sus detalles, todos conformes con los que nosotros vemos todos los días, y sin que se pueda encontrar un solo error entre ellos. Incluso si alguien hubiera podido imaginarlos, le habría sido imposible realizarlos sobre una tela de lino como es el lienzo, ni con pintura, ni con tintura, ni siquiera con sangre misma. Todas estas huellas que forman la imagen se alejan plenamente, de forma extraña, y se puede decir que con tranquila desenvoltura, de la tradición iconográfica; pero todas, sin excepción, coinciden estrictamente con la realidad”[8].
El estudio médico-forense de las manchas de la Síndone comenzó por la determinación de si lo que aparentemente se ve como sangre en la tela es sangre real. De ello se encargaron los doctores Alan Adler, profesor de Química del Western Connecticut State Collage, y John Heller, biofísico del New England Institute[9].
Tras estudiar los hilos impregnados llegaron a la conclusión de que, en efecto, se trata de sangre humana[10]. Comprobaron además que bajo las costras de sangre coagulada no hay imagen, lo que quiere decir que la Sábana se manchó primero de sangre y sólo después llegó hasta la tela la imagen del Hombre que en ella se envolvió. Esto descarta una posible falsificación, porque sería absurdo pensar que un falsificador medieval primero “pinta” con sangre las manchas en lugares anatómicamente perfectos y luego genera la imagen del cuerpo para hacerla coincidir con aquellas.
Si se hubiese empleado un pincel con sangre para pintar las manchas no hubiese quedado, como así es, una película de suero sólo visible con luz ultravioleta alrededor de los regueros[11].
El Dr. Baima Bollone determinó en 1981, utilizando anticuerpos fluorescentes, que la sangre presente en la Sábana es del tipo AB[12], muy extraño entre los seres humanos (apenas llega al 3% en los europeos), pero el más común entre las personas de razas hebrea y yemení, grupos étnicos que han mantenido su pureza genética debido al aislamiento y la endogamia.
Fotografiando ese suero sanguíneo sólo visible con luz ultravioleta, se comprobó que el semblante del Hombre de la Sábana se encuentra surcado por hilillos de sangre, lo que correspondería a un fenómeno conocido como “hematohidrosis” y que consiste en que el sujeto, a causa de un intensísimo estrés, suda sangre, tras romperse los vasos sanguíneos superficiales debido a una potente tensión emocional. Dicha sangre fluye al exterior a través de los poros del cutis. Recordemos que el Evangelio según san Lucas menciona este dato en el momento de la angustiosa oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní, poco antes de ser apresado (Lc 22, 44).
El anormal índice de bilirrubina detectado en el análisis hematológico confirma que el sujeto atravesaba un estado emocional de enorme angustia y parece que da a la sangre, sea dicho de paso, una tonalidad mucho más roja de lo normal[13].
Lo primero que hicieron los médicos del Equipo STURP fue analizar antropométricamente al Hombre de la Síndone y contrastarlo con los estudios previos, en especial el del Dr. Hynek[14], con el siguiente resultado:
Varón de entre 30 y 40 años. Caucásico. Mide entre 1’78 y 1’83 de estatura (la medida varía según los autores a causa de los pliegues de la tela y a la torsión del cadáver debida a la propia crucifixión). Longitud de las extremidades superiores: 60,5. Longitud de las extremidades inferiores: 84,6. 80 kilos. Peso aproximado del cerebro: 1.492 gramos. En resumen, un cuerpo humano atlético perfecto y de particular belleza[15].
Mientras es interrogado por el Sumo Sacerdote, recibe un golpe en la mejilla. En el texto original del Evangelio de san Juan se dice que el esbirro de Caifás le da a Jesús un ραπισμα (Jn 18, 22) y erróneamente se traduce este término griego por “bofetada”. Habría que traducirlo por “porrazo”, “golpe seco y contundente infligido con un palo”, “bastonazo”. También en la Palestina del siglo I los soldados iban armados con porras y es con ese instrumento con el que golpean a Jesús.
Recordemos que desde que Jesús es detenido en el Huerto de Getsemaní hasta prácticamente el momento de morir recibe golpes que le van desfigurando la cara. Es inconcebible la extraordinaria crudeza de estos abusos arbitrarios y brutales, teniendo en cuenta que se trata de un reo desprotegido, atado y que en ningún momento presenta resistencia o intención de escapar (Mt 26, 67).
- El Hombre de la Síndone muestra una excoriación en el pómulo dirigida hacia la nariz. Se aprecia sin dificultad que el tabique nasal ha sido desviado por el golpe y muestra, además, múltiples magulladuras justo en esa zona del rostro. Sobre las arcadas supraorbitarias hay llagas contusas iguales a las que producirían puñetazos o palos. El arco ciliar derecho está tumefacto, hinchado.
A Jesús lo flagelan con terrible dureza, pero atendiendo a la orden de Pilatos de respetar su vida los verdugos procuran no golpear la zona del corazón (Mt 27, 26; Mc 15, 15; Jn 19, 1).
- Para castigar al Hombre de la Sábana utilizaron el llamado “flagrum taxilatum”, objeto que no se usaba en la Edad Media y que se conoce en nuestros días por haber sido encontrado en excavaciones arqueológicas: un látigo con dos o tres colas de cuero y unas piezas de hierro pequeñas en los extremos que excorian la piel cuando la golpean. Por su crueldad, este flagelo recibía el nombre de “escorpión” o “caricia de Satanás”. Midiendo los ángulos de los golpes que se aprecian en el cuerpo retratado en la Síndone se deduce que hubo dos agresores, el de la izquierda de menor estatura y más sádico, que golpearon la espalda, las nalgas y las piernas, aunque también el pecho y la zona genital. La pérdida de sangre tuvo que haber sido profusa y es de suponer que la víctima perdiera el conocimiento en alguna ocasión, dada la brutalidad de la paliza.
- El Hombre de la Sábana fue flagelado con método y precisión por gente que dominaba la técnica de su oficio, y mientras se hallaba inmovilizado con ataduras. La Síndone nos demuestra que las heridas de la flagelación en los glúteos y la cadera tienen la misma profundidad que el resto del cuerpo, con lo que se deduce que el castigo se le practicó mientras el Hombre de la Sábana estaba desnudo[16]. Un detalle: asombra el sadismo escalofriante de los verdugos que golpearon con mayor intensidad en la parte delantera superior interna de ambos muslos, junto a las ingles. El flagelo utilizado era lacerante, abría la piel del reo y provocaba la salida de sangre a cada golpe. La duración de la tortura pudo ser de 25 a 35 minutos.
De ningún otro crucificado más que de Jesús de Nazaret se sabe que haya sido coronado con espinas (Mt 27, 29; Mc 15, 17; Jn 19, 2)[17]. Era una burla cruel a un hombre que había afirmado ser “rey”. Estamos acostumbrados a ver la corona en forma de anillo que rodea la frente y las sienes, pero quizá la realidad fue otra:
- Existen en la imagen de la Síndone graves lesiones distribuidas por las regiones frontal, tempo-parietales y parieto-occipitales. Todos los autores coinciden en que se trata de lesiones provocadas por objetos punzantes en el cuero cabelludo que, debido a su gran número, unas sesenta, produjeron una hemorragia múltiple y un agudísimo dolor. Estas lesiones son explicables porque la cabeza del Hombre de la Sábana estuvo cubierta por un casco o capacete de púas, probablemente trenzado con spina ziziphus, planta que aún crece en Palestina. Los experimentos médicos realizados al respecto confirmaron esta hipótesis.
No olvidemos que, según el relato Evangélico, los soldados, con satánica malicia, comenzaron además a golpearle sobre la corona con un palo para clavársela más profundamente (Mc 15,17-19). Esto tuvo que provocarle un dolor de paroxismo.
- En la Sábana se aprecia un reguero de sangre en forma de tres invertido que se produjo al perforar con una de las espinas la vena frontal y manar la sangre sobre una frente arrugada por el dolor. Leemos en el primer manual de la Biblioteca Sindoniana:
“En el Cementerio de Pretextato, en Roma, final del siglo I, se conserva, aunque en parte deteriorada, la única escena de la Pasión en las pinturas de las catacumbas; es un trasunto de la Coronación, en la cual la cabeza del Señor está enteramente cubierta de espinas”[18].
Otra forma bastante común de representar a Cristo es haciéndolo cargar con toda la cruz, pero esto no es correcto:
- En la espalda sindónica, justo en la región escapular, vemos una amplia zona erosiva y contusa de forma rectangular que se distribuye oblicuamente de arriba abajo, de unos 10 x 9 centímetros. Esto demuestra que el palo horizontal ha gravitado sobre estas zonas allanando, deformando, volviendo a abrir las lesiones provocadas por la flagelación y generando una sensación similar a la de una quemadura continua. Cargó sólo con el palo horizontal de la cruz, porque una cruz completa pesaría más de 100 kilos de peso. La rodilla se encuentra muy lesionada, por lo que se deduce que el Hombre de la Sábana debió caer en varias ocasiones al suelo durante el camino al suplicio.
Jesús recorría el Via Crucis desangrado y muy débil, y por ello obligan a Simón de Cirene a ayudarle (Mt 27, 31; Mc 15, 21; Lc 23, 26; Jn 19, 17).
La ignorancia de los pintores y escultores sobre lo que era una crucifixión en el siglo I era justificable, porque se abolió en el siglo IV, tras la conversión de Constantino[19]. De este modo se perdió la memoria visual real de lo dramática que era la muerte en la cruz, pero hemos vuelto a recuperarla como consecuencia de los estudios sindónicos. El Capítulo 4 de esta Tesis intenta demostrar que esa misma “memoria visual” es la que intenta rescatar el cine desde 1978.
- En la Sábana, por cierto, hay restos de tejido epitelial (piel humana de varón) y también tejido muscular depositado en la zona de la espalda. Huelga decir que todo este material orgánico ha sido profusamente estudiado por los forenses.
El Dr. José Javier Domínguez, de la Clínica Universitaria de Navarra, aporta en su estudio un dato histórico al relatar que la crucifixión posiblemente fue inventada por los persas. Alejandro Magno introdujo esta práctica en Egipto y Cartago, y los romanos debieron de aprenderla de los cartagineses. Aunque los romanos no la inventaron, la perfeccionaron como una forma de tortura y castigo capital que buscaba el máximo dolor y sufrimiento.
“Era una de las más horribles y crueles formas de ejecución y estaba reservada solamente para esclavos, extranjeros, revolucionarios y criminales abyectos. Los ciudadanos romanos no podían ser crucificados excepto, posiblemente, en caso de deserción por los soldados”[20].
El “New International Dictionary of New Testament Theology” describe así cómo era una crucifixión romana en el siglo I:
“El condenado tuvo que arrastrar su propio stauros (el patíbulo) al lugar del castigo donde el otro stauros (el palo vertical) estaba hundido en la tierra. Los brazos de la víctima eran extendidos en el patíbulo que él llevó al lugar y un clavo era metido en cada mano [...] La viga transversal (patíbulo) era levantada, con el cuerpo sujeto, a la viga vertical (stauros) y era sujeto con un clavo largo. Finalmente, los pies del condenado eran clavados a la viga vertical”[21].
Cicerón calificaba a la crucifixión como “el mayor suplicio”, “el más cruel y terrible”, “el peor y el último de los suplicios, el que se inflige a los esclavos”[22]. Comprobaremos inmediatamente hasta qué punto estaba en lo cierto.
- El enclavamiento del Hombre de la Síndone se llevó a cabo no por las palmas de las manos, donde no hay tejido lo suficientemente fuerte como para soportar el peso total del cuerpo, sino atravesando con los clavos las muñecas, separando los huesos del llamado “espacio de Destot” y destrozando así el nervio mediano[23]. Este nervio tiene una doble función motora y sensitiva y su destrucción genera, según los forenses, un dolor tan insoportable que puede sobrevenir en síncope y morir. Se ha descrito como una continua descarga eléctrica desde la mano hasta el pecho. En la Síndone se aprecia el agujero de salida del clavo en la muñeca izquierda, justo donde debería estar y no donde se ha representado hasta la saciedad a lo largo de dos mil años de arte cristiano.
- La Síndone muestra que se empleó un solo clavo para clavar los dos pies, el izquierdo sobre el derecho, al madero vertical[24]. Este detalle explicaría por qué da la sensación de que el Hombre de la Sábana tiene un pie más corto que otro, ya que el izquierdo se colocó encorvado sobre el empeine del derecho, cuya planta permaneció plana sobre el madero[25]. Al separarse las piernas y sobrevenir la rigidez cadavérica se produce este efecto óptico que, posiblemente, dio como resultado el que los bizantinos coloquen en sus cruces un subpedaneum que eleva más un pie que otro.
Clavos de la cruz hay muchos por el mundo: Jerusalén, Roma, Florencia, Venecia, París, etc. Naturalmente, no todos pueden ser verdaderos. Hay que someter a estudio cada uno para poder garantizar su autenticidad, tal y como ya expusimos en la Introducción. En opinión del Dr. Casselli, el grosor del clavo debió ser de unos 7 mm. El orificio del clavo no es redondo, sino cuadrado, y tiene según los técnicos, igual perímetro que el que tienen los dos clavos que se hallan en Roma, en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén y se han considerado desde siempre como los de la Pasión de Cristo[26].
- En los pies de la Sábana Santa hay tierra. Analizada por el cristalógrafo norteamericano Kohlbeck da como resultado que es compatible con la de Jerusalén. También Ricardo Setti, de la Universidad de Chicago, quien ha analizado el aragonito de la Sabana Santa y el de Jerusalén, coincide con este experto y afirma que ambos tipos de muestras han dado resultados extraordinariamente similares; lo que hace probable que tal aragonito de la Sábana Santa proceda de Jerusalén[27].
Colgado de las muñecas y soportando el peso en los pies, la única forma en la que es posible respirar, dado que el diafragma oprime los pulmones, es hacer un titánico esfuerzo por tirar hacia arriba e inspirar un poco de aire.
Dado lo espantoso del espectáculo, los propios soldados se apiadaban de los condenados y les rompían las piernas con unas mazas (Jn 9, 32). A Jesús no se las rompieron (Jn 19, 33) porque ya estaba muerto: no se movía y estaba en una posición incompatible con la respiración.
Jesús dura sólo tres horas sobre el madero, a diferencia de otros crucificados que tardaban incluso días en morir, pero recordemos que Él llega ya muy desangrado a la cruz a causa de las torturas previas. El Dr. Domínguez describe la escena con toda crudeza:
“El crucificado era acosado por terribles calambres y espasmos tetánicos. En plena lucidez de pensamiento, veía cómo se le escapaba la vida lentamente en cada respiración. Es difícil imaginar el terrible sufrimiento no solo físico, sino también moral, de verse abandonado, desnudo, indefenso ante una chusma increpante, acosado por el frío, la sed y la fiebre”[28].
Queda un último suplicio, pero ya sobre el cadáver del crucificado: asegurarse de que está muerto atravesando con un pilum o lanza romana de siete centímetros de ancho el quinto espacio intercostal y perforar la aurícula derecha del corazón.
En cadáveres recientes, esta cámara cardiaca conserva sangre fluida. San Juan afirma haber visto manar agua y sangre del costado abierto de Jesús tras la lanzada (Jn 19, 34). El Apóstol era pescador y, en su ignorancia sobre anatomía, no supo interpretar que el “agua” que veía era, según explica el cardiólogo Ignacio Balaguer, fruto de una pericarditis serosa traumática:
“De la lanzada del costado derecho primero (hizo que) saliera agua al atravesar el sacro pericárdico distendido y luego sangre al atravesar la pared de la aurícula derecha. Así se explican las dos coladas que parecen deducirse de la imagen”[29].
- En la Sábana se aprecia la mayor mancha de sangre en la zona del costado. La única sangre identificada como post-mortal en el estudio hematológico es la de esta herida y parte de la que salió por los pies. Además, de haber estado latiendo el corazón no hubiese manado como babeando, sino que habría brotado a borbotones. Indiscutiblemente, se trata de una herida que se infligió a un cadáver. El Dr. Judica ha demostrado que todas las heridas fueron producidas en vida del sujeto, excepto esta, “con suero ya separado, salido por el costado”[30].
Sería innecesariamente prolijo para el propósito de esta Tesis referirse a todo lo que se sabe desde el punto de vista anatómico sobre el Hombre de la Sábana[31]. Baste con decir que estamos ante la única imagen que se ajusta al cien por cien a lo que la Medicina Legal considera que fue una muerte idéntica a la que los Evangelios describen. El Dr. Delfín Villalaín suma las torturas psicológicas a las físicas:
“Una detención por la noche, un arresto pequeño, luego otro más grande, escándalos en el barrio con gran alharaca, un interrogatorio muy duro en el que, es curioso, le tapan la cabeza, igual que hacen las policías modernas buscando la desorientación del reo. Además, se le somete a toda una serie de humillaciones que normalmente no se tienen en cuenta: cambio de ropa, lo desnudan varias veces públicamente, lo exponen hecho un harapo, buscando estropear su imagen personal. (…) Es un proceso muy parecido al sistema que utilizaba la KGB en la etapa dura soviética: sigue los mismos parámetros”[32].
El forense valenciano indica siete fases en este proceso:
- Rechazo social. No se trata de buscar una confesión, sino su marginación social, su descrédito y, en último término, su destrucción como persona.
- Fase judicial. Jesús llegó a estar en busca y captura y debió huir, transformándose en un prófugo, lo que tuvo que ser un gran choque emocional.
- Tratamiento psicofísico en el proceso. A partir de su detención, estuvo expuesto a un proceso de exhibición, a la vergüenza pública. Se completa con el maltrato.
- Agresión durante el proceso. Los dos interrogatorios, el judío y el romano, deben considerarse muy traumáticos para el reo desde el punto de vista psicológico.
- Agresión durante la ejecución. Su aspecto físico es lamentable, fatigado y sometido a toda clase de presiones y agresiones psicológicas y somáticas.
- Agresión psicofísica en la ejecución. Toda la fase judicial estuvo llena de irregularidades y se utilizaron técnicas de coacción, tanto físicas como psicológicas.
- Agresividad institucional postmortem. Se intentó eliminar todo rastro de la existencia y recuerdo de Jesús a través de la presión del sistema propagandístico estatal[33].
En el website de la Universidad de Salamanca se indica que el proceso de la crucifixión es una forma de ejecución especialmente diseñada para degradar públicamente al condenado. Las autoridades romanas la aplicaban a aquellos individuos a quienes no sólo se quería eliminar físicamente, sino también moral y afectivamente, a fin de que su posible influencia sobre la sociedad quedara borrada de forma definitiva junto con su existencia. Conseguir que el reo quede despojado de todos aquellos rasgos que le hacen social y humanamente digno, que adquiera una apariencia repulsiva, que el miedo y el dolor le hagan perder el autocontrol... Sirve para legitimar a las autoridades que han decidido deshacerse de él, facilita la tarea de los verdugos y avergüenza a los familiares y amigos.
El informe continúa dando cuenta de que el proceso de degradación del condenado a la cruz empezaba en el camino que debía recorrer hasta llegar al lugar de la ejecución, pasando por las zonas más populosas de la ciudad y cargando el travesaño de su propio patíbulo. Normalmente llevaba colgado al cuello un letrero con la causa de su condena. Muchas veces estaba ya desfigurado debido a las torturas que había sufrido en prisión. El lugar donde era ejecutado estaba siempre fuera de la ciudad, simbolizando el rechazo de la entera comunidad hacia su persona; sin embargo, se solía elegir un punto concurrido o elevado con el fin de que hubiera el mayor número posible de testigos de su deshonra. La desnudez tenía por objeto avergonzarle públicamente, la forma como era colgado y la duración de la agonía, quebrarle moralmente y hacerle perder la compostura. Cuando finalmente moría, las autoridades prohibían que se le diera una sepultura digna. Lo más frecuente era que dejaran al cadáver sujeto a la cruz durante días y luego lo arrojaran a un vertedero o fosa común, como ya hemos indicado. Sólo en algunas ocasiones muy excepcionales permitían que la familia lo enterrara, pero con la condición de que no hubiera ritos funerarios ni otros signos de duelo”[34].
Concluimos este apartado con un sucinto resumen de los factores que causan la muerte del Hombre de la Síndone, tal y como figuran en un informe de “Sindon”, el boletín del Centro Internacional de Sindonología:
- Factores predisponentes grave y persistente estado de sufrimiento neuropsíquico.
- Factores desencadenantes:
A) Traumáticos: golpes, bastonazos, caídas, coronación de espinas, zonas excoriada y contusa en la espalda, flagelación, lesiones contusitas en articulaciones superiores e inferiores, abundante pérdida de líquido que comienza ya en la hematohidrosis.
B) Gravitaciones: elevamiento y fijación del “patibulum” (palo horizontal) sobre el “stipes” (palo vertical) con el cuerpo del condenado clavado por los pulsos, suspensión prolongada del condenado en la cruz.
C) Consiguientes perturbaciones del aparato cardiocirculatorio: reducción de la cantidad de sangre en cabeza y tórax, aumento inicial transitorio de la frecuencia cardiaca, reducción de la presión arterial, variación del tono vagal, anemia coronaria y cerebral, visión negra, pérdida del conocimiento, perturbación de los centros bulbares cardiorreguladores, hiperpotasemia, perturbación del ritmo cardíaco, arresto cardíaco en diástole[35].
La muerte es un suceso que deja pistas inequívocas. Cuando un cuerpo cesa sus funciones por razones externas o naturales, el origen de este acontecimiento puede recrearse con asombrosa fiabilidad. Todo cadáver tiene algo que contar: si la víctima fue estrangulada, lo deduciremos explorando las venas de sus ojos; si los tiene ensangrentados y con las pupilas dilatadas, pudo ser una neurisma cerebral provocado por un esfuerzo excesivo; si recibió un balazo, los orificios de entrada y los residuos de pólvora pueden servir para escenificar cómo fue su asesinato y establecer el posible móvil; si fue sumergida en un medio acuático, averiguaremos si ya estaba muerta analizando la presencia o no de líquido en sus pulmones; un análisis toxicológico o el examen del estómago proporcionan información sobre el comportamiento de la víctima poco antes de fallecer. Los cabellos y fibras, esquirlas de cristal, de plástico o incluso restos de insectos también pueden ayudar a recrear las circunstancias bajo las cuales halló la muerte. El presunto homicida puede mentir en el interrogatorio, pero las evidencias aportan un testimonio del todo elocuente a quien ha sido entrenado para interpretarlas. Los modernos laboratorios forenses son capaces de reconstruir, a partir de detalles microscópicos, las motivaciones y circunstancia de prácticamente cualquier asesinato.
Tal vez sea una ironía sólo comprendida por los profesionales que realizan estos exámenes que la muerte, tanto como la vida, no es un fenómeno que suceda de forma instantánea, sino un drama que transcurre en el tiempo, con un principio, un desarrollo y un final.
Después de efectuar la “autopsia” del Hombre de la Sábana y de esclarecer el tormento que acabó con su existencia, es evidente que los agresores martirizaron a la indefensa víctima con la cruel intención de hacerle pasar por un suplicio que sobrecoge por su extrema severidad. Ha habido muchos asesinatos constatados a lo largo de la Historia, despiadados, trágicos y detestables, pero este es uno de los crímenes más duros e inhumanos que quepa imaginar. Acaso el único que muchos seguimos llorando siglos después de haberse perpetrado.
[1] VIGNON, P., Le Linceul…, op. cit.
[2] DELAGE, Y., “Revue…”, op. cit.
[3] BARBET, P., Las llagas de Jesús y el Santo Sudario. Comprobaciones científicas, Biblioteca Sindoniana, nº 9, Oviedo, 1953.
[4] LÓPEZ GÓMEZ, L., La herida del corazón de Jesús y el Santo Sudario, Biblioteca Sindoniana, nº 7, Teruel, 1950.
[5] HYNEK, R., El aspecto físico de Jesús en el Santo Sudario, Biblioteca Sindoniana, nº 11, Barcelona, 1954.
[6] JUDICA, G., ¿Es Cristo…, op. cit.
[7] HYNEK, R., El aspecto…, op. cit.
[8] BARBET, P., ponencia en el Congreso Internacional de la Síndone, Roma, 1950.
[9] ADLER, A y HELLER, J., Blood on the Shroud of Turin, “Applied Optics”, Vol. 19, nº 16, 15 de agosto de 1980, pp. 2742-2744.
[10] “Sindon”, nº 30, 1981, pp. 5-8.
[11] Pues, una vez sale la sangre del cuerpo, el suero se separa y no se habría encontrado (Nota del Dr. José Javier Domínguez).
[12] “Sindon”, nº 31, 1982, pp. 5-9.
[13] Es curioso observar que la “exagerada rojez” de la sangre ha sido empleada como argumento en contra de la autenticidad de la reliquia, cuando es precisamente lo contrario.
[14] HYNEK, R., El aspecto físico..., op. cit.
[15] Ya Gedda presentó un estudio antropométrico sobre el Hombre de la Síndone en el Congreso Sindonológico de Turín de 1939.
[16] CARRASCO, J., “Blanco y Negro”, abril 1971, p. 27.
[17] BARBERIS, B., La Sindone. Storia. Scienzia, Centrostampa, Torino, 1980.
[18] El Santo Sudario en su realidad. Descripción popular, Bibliotheca Sindoniana, Manual nº 1, Barcelona, 1950.
[19] Hay testimonios de que en algún otro momento se utilizó, aunque de forma extraordinaria. Luis VI, rey de Francia ordenó crucificar en el año 1127 al asesino del conde de Flandes, Carlos el Bueno, y en Japón se utilizó la cruz hasta el siglo XIX, sólo que el verdugo asaeteaba con flechas al reo disparándole en zonas no vitales de la anatomía a fin de causarle un sufrimiento aún más refinado.
[20] DOMÍNGUEZ, J., La Síndone. Estudio médico, en La Síndone de Turín: estudios y aportaciones, Centro Español de Sindonología y Turín Shroud Center of Colorado, Valencia, 1998.
[21] New International Dictionary of New Testament Theology, Vol. I, p.39.
[22] In Verrem II, lib. V, 60-61.
[23] ORTIZ, L., Cristo, su proceso y su muerte, tomo 2º, Fomento, Madrid, 1976.
[24] ZANINOTTO, G., La tecnica della crocifissione romana, “Quaderni di studi sindonici”, Emmaus, Roma, 1982.
[25] Cuando hablamos de derecha e izquierda en la Síndone hay que tener en cuanta que la imagen se nos muestra como si estuviera reflejada en un espejo. Por ejemplo, la herida del costado (a la derecha en el cuerpo en la realidad) aparece a la izquierda de la imagen, o sea, “reflejando” al espectador. En la imagen dorsal ocurre exactamente igual. Esta circunstancia fue la que inspiró en Juan Pablo II el título para su Discurso durante la celebración de la Palabra en la catedral de Turín el 24 de mayo de 1998: La Sábana Santa, un espejo del Evangelio.
[26] CORSINI, M., Historia del Sudario de Cristo, Rialp, Madrid, 1988.
[27] PETROSILLO, O. y MARINELLI, E., El escándalo de una medida, Marcomba, Barcelona,1991.
[28] AA.VV., La Síndone… op. cit.
[29] SOLÉ, M., “La Sábana”…, op. cit., p. 10.
[30] PETROSILLO, O., Si la ciencia… op. cit.
[31] Todo lo reseñado sobre las torturas puede comprobarse en los libros de actas de los congresos nacionales e internacionales que se han celebrado sobre el tema y en los distintos libros monográficos o generales publicados por los médicos, cuya reseña se incluye en la bibliografía de esta Tesis.
[32] GARCÍA, A., Entrevista a José Delfín Villalaín, Catedrático de Medicina Legal de la Universitat de València. El proceso para destruir a Cristo es muy parecido al que usaba la KGB”, “Levante, el Mercantil Valenciano”, 10 de abril de 2004, p. 24.
[33] Ibíd.
[34] Website de la Universidad de Salamanca: http://www.jesus.teologia.upsa.es
[35] “Sindon”, Centro Internacional de Sindonología, Turín 1974, p. 48.