HISTORIA DE LA SANTA FAZ PINTADA POR CELINE MARTIN
(hermana de Santa Teresa de Lisieux)
Esta imagen sindónica no es una más. Estamos, probablemente, ante el primer acercamiento pictórico al cliché obtenido en 1898 por Secondo Pía. Más tarde vendrían otros (Reffo, Aggemian, Ranieri, Brunner, Miñarro…) más familiares para nuestros lectores. Pero hoy vamos a conocer la historia de esta “Santa Faz”, obra sublime que debemos nada menos que a Celine Martin, hermana de Santa Teresa de Lisieux.
Sor María de San Pedro fue una monja carmelita descalza del Convento de Tours (Francia) mundialmente conocida en el siglo XIX como apóstol de la devoción a la Santa Faz tras las visiones que tuvo en noviembre de 1846. Luis Martin, padre de Celine y Teresa de Lisieux, leía asiduamente la vida de esta mística y de todos era conocido su deseo de peregrinar algún día hasta el Convento de Tours, cosa que pudo hacer Celine en mayo de 1890. Según consta documentalmente, el 26 de abril de 1885 toda la familia se inscribió en la Archicofradía de la Santa Faz de Tours (Luis Martín con el número 7.378; Celine, con el 7.381; y Teresita, de doce años, con el 7382). Una de las reglas de la Archicofradía consistía en recitar frecuentemente la jaculatoria “¡Señor, mostradnos Vuestro Rostro y seremos salvos!” Es evidente que esta espiritualidad de honrar de forma especial el Rostro de Cristo arraigó en el corazón de ambas niñas, quienes terminarían adoptando el nombre “de la Santa Faz” como apellido espiritual tras sus respectivas profesiones religiosas: Santa Teresa se llamaría “del Niño Jesús y de Su Santa Faz” desde junio de 1889 y Celine es conocida en religión como Sor Genoveva de Santa Teresa y la Santa Faz.
La santa de Lisieux, tal y como nos dejó patente en sus escritos [1], especialmente en sus poesías místicas y en sus oraciones, experimentaba una tierna adoración por el Rostro de Jesús. Sin embargo, falleció víctima de la tuberculosis ocho meses antes de que se tomase la primera fotografía a la Síndone y el mundo descubriese la cara del Hombre de la Sábana en el negativo fotográfico revelado por Pía. Es comprensible que Celine, que había estudiado pintura y fotografía y era la autora de las imágenes que de su hermana Teresa han pasado a la posteridad[2], se quedase muy impresionada no sólo por la belleza de la foto tomada por Pía, sino por descubrir que, inexplicablemente, la Síndone se comportaba como un cliché.
La peripecia que ocupa nuestro artículo fue hábilmente relatada por el P. Fernando de Santa Inés en su obra “La Santa Faz”, y nos parece adecuado cederle a él la palabra para conocerla de primera mano:
“El Sudario de Turín abre a la investigación de los estudiosos, por las fotografías de Pía, nuevos e insospechados horizontes. (…) En 1902, por derroteros desconocidos y providenciales, llegó al monasterio carmelitano de Lisieux una de las fotografías de la Santa Síndone sacadas por Segundo Pía en la exposición de mayo de 1898. Le tocó, en venturosa suerte, a la Hermana Genoveva de Santa Teresa y de la Santa Faz, la antigua Celine de los Buissonnets [3]; y desde el primer instante aquel Rostro de la Síndone –que parece levantarse majestuoso, como un sol, sobre veinte siglos de olvido- extasió e hirió de amor el corazón de su dueña. Así, dos años; hasta que en la Pascua de 1904, en una noche de primavera en la atmósfera y de inspiración en la fantasía, Celine sintió la irresistible inspiración de pintar el Rostro del Señor. Tomó pues, el lápiz, después de invocar fervorosamente el patrocinio de Santa Teresita, y, casi milagrosamente, en lo que la nota de un laúd hiere nuestro oído y se pierde en el espacio, había terminado su labor. La Faz de Sor Genoveva –trazada primero al carboncillo- as artística, veraz y sumamente expresiva. (…)
En el lapso de medio siglo [4], la Santa Faz de Lisieux ha dado ya varias veces y triunfalmente la vuelta a toda la Tierra. Pero antes iniciar su gira internacional, el Santo Rostro arribó al Vaticano, en donde Pío X, hoy gloriosamente Beato [5], luego de adorarle e indulgenciarle, le auguró una festiva acogida familiar y un éxito mundial. (…) Pío X se sintió emocionado al verlo, y lo besó repetidas veces. (…) “Querido Padre (dijo el Papa al sacerdote que le había hecho llegar el cuadro por petición de Sor Genoveva), ¡cuán hermoso es este cuadro!…” Y como el Padre pidiera una bendición para la artista, agregó: “Quiero que le llevéis un recuerdo mío”. Abriendo sus armarios, el Papa busca algo que no puede encontrar… “¡Han desordenado todas mis cajas!”, dice con conmovedora simplicidad. Y dando sus ojos con una medalla de bronce, en la que estaba su retrato en relieve, se la da al Padre para entregársela en su nombre a la pequeña carmelita. Aunque el Padre en cuestión afirma que el Papa buscaba una medalla de plata, Sor Genoveva está toda ella jubilosa con su medalla de bronce. Y con razón, pues como dice nuestra artista: “Yo no presenté mi cuadro en ninguna sala de exposición, mas he aquí que el mismo Santo Padre es el que se ha encargado de condecorarme”. [6]
El Cardenal Casimiro Gennari escribirá al abate Eugenio Prévost la siguiente carta fechada el 4 de junio de 1906:
“Reverendísimo Señor: He expuesto al Santo Padre, en la audiencia de este día, el proyecto ideado por Vuestra Señoría Reverendísima con miras a la máxima difusión posible de la imagen de la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo, tal y como el Carmelo de Lisieux ha conseguido diseñarla, con arte inigualable, inspirándose en la verdadera imagen del Santo Sudario. Su Santidad –que acepta y agradece cordialmente el envío de una fotografía de esta Santa Faz- aprueba gustosamente vuestra empresa.
A la verdad, no se pueden considerar los rasgos y la expresión de esta adorable figura sin sentirse vivamente emocionado y sin que en el corazón florezcan sentimientos de compasión y amor. Esta imagen puede ser útil a toda clase de personas, ya que se puede considerar como un libro de meditación sobre la Pasión y la muerte de Nuestro Divino Redentor.
Por todo esto, confirmando las indulgencias ya concedidas y firmadas de su mano, el Santo Padre declara de nuevo que a todos aquellos que meditaren algunos instantes delante de esta imagen en la Pasión de Nuestro Señor, por este solo hecho, les otorga todas las indulgencias concedidas por los Soberanos Pontífices a la Corona de las cinco Llagas. Igualmente, Su Santidad desea que esta imagen se distribuya por todas partes y que se la venere en todas las familias cristianas, recomendando la propagación de su culto de manera particular a los Reverendísimos Obispos y a todos los eclesiásticos, y bendiciendo muy especialmente a todos aquellos que sean sus propagadores”. [7]
La imagen, en fin, obtuvo en marzo de 1909 el Gran Premio en la Exposición Internacional de Arte Religioso de Bois-le-Duc (Países Bajos) y adornó, especialmente durante la primera mitad del siglo XX, buena parte de los oratorios del Planeta. En nuestros días ha sido “rescatada” por Pierre Descouvemont y Helmuth Nils Loose en su monumental obra “Teresa y Lisieux”, donde le dedican varias páginas y aparece magníficamente reproducida.[8]
Sor Genoveva (Celine) falleció el 25 de febrero de 1959. El 19 de octubre de 1997 (Día de las Misiones), Juan Pablo II proclamó a Santa Teresa de Lisieux Doctora de la Iglesia.
Andrés Brito, Santa Cruz de Tenerife (2006)
Nota: deseamos mostrar públicamente nuestro agradecimiento al señor Pablo Ferrando al ponernos en la pista de conocer estos hechos y cedernos el material bibliográfico necesario para la elaboración del artículo que fue publicado en el nº 41 de la revista "Línteum".
Sor María de San Pedro fue una monja carmelita descalza del Convento de Tours (Francia) mundialmente conocida en el siglo XIX como apóstol de la devoción a la Santa Faz tras las visiones que tuvo en noviembre de 1846. Luis Martin, padre de Celine y Teresa de Lisieux, leía asiduamente la vida de esta mística y de todos era conocido su deseo de peregrinar algún día hasta el Convento de Tours, cosa que pudo hacer Celine en mayo de 1890. Según consta documentalmente, el 26 de abril de 1885 toda la familia se inscribió en la Archicofradía de la Santa Faz de Tours (Luis Martín con el número 7.378; Celine, con el 7.381; y Teresita, de doce años, con el 7382). Una de las reglas de la Archicofradía consistía en recitar frecuentemente la jaculatoria “¡Señor, mostradnos Vuestro Rostro y seremos salvos!” Es evidente que esta espiritualidad de honrar de forma especial el Rostro de Cristo arraigó en el corazón de ambas niñas, quienes terminarían adoptando el nombre “de la Santa Faz” como apellido espiritual tras sus respectivas profesiones religiosas: Santa Teresa se llamaría “del Niño Jesús y de Su Santa Faz” desde junio de 1889 y Celine es conocida en religión como Sor Genoveva de Santa Teresa y la Santa Faz.
La santa de Lisieux, tal y como nos dejó patente en sus escritos [1], especialmente en sus poesías místicas y en sus oraciones, experimentaba una tierna adoración por el Rostro de Jesús. Sin embargo, falleció víctima de la tuberculosis ocho meses antes de que se tomase la primera fotografía a la Síndone y el mundo descubriese la cara del Hombre de la Sábana en el negativo fotográfico revelado por Pía. Es comprensible que Celine, que había estudiado pintura y fotografía y era la autora de las imágenes que de su hermana Teresa han pasado a la posteridad[2], se quedase muy impresionada no sólo por la belleza de la foto tomada por Pía, sino por descubrir que, inexplicablemente, la Síndone se comportaba como un cliché.
La peripecia que ocupa nuestro artículo fue hábilmente relatada por el P. Fernando de Santa Inés en su obra “La Santa Faz”, y nos parece adecuado cederle a él la palabra para conocerla de primera mano:
“El Sudario de Turín abre a la investigación de los estudiosos, por las fotografías de Pía, nuevos e insospechados horizontes. (…) En 1902, por derroteros desconocidos y providenciales, llegó al monasterio carmelitano de Lisieux una de las fotografías de la Santa Síndone sacadas por Segundo Pía en la exposición de mayo de 1898. Le tocó, en venturosa suerte, a la Hermana Genoveva de Santa Teresa y de la Santa Faz, la antigua Celine de los Buissonnets [3]; y desde el primer instante aquel Rostro de la Síndone –que parece levantarse majestuoso, como un sol, sobre veinte siglos de olvido- extasió e hirió de amor el corazón de su dueña. Así, dos años; hasta que en la Pascua de 1904, en una noche de primavera en la atmósfera y de inspiración en la fantasía, Celine sintió la irresistible inspiración de pintar el Rostro del Señor. Tomó pues, el lápiz, después de invocar fervorosamente el patrocinio de Santa Teresita, y, casi milagrosamente, en lo que la nota de un laúd hiere nuestro oído y se pierde en el espacio, había terminado su labor. La Faz de Sor Genoveva –trazada primero al carboncillo- as artística, veraz y sumamente expresiva. (…)
En el lapso de medio siglo [4], la Santa Faz de Lisieux ha dado ya varias veces y triunfalmente la vuelta a toda la Tierra. Pero antes iniciar su gira internacional, el Santo Rostro arribó al Vaticano, en donde Pío X, hoy gloriosamente Beato [5], luego de adorarle e indulgenciarle, le auguró una festiva acogida familiar y un éxito mundial. (…) Pío X se sintió emocionado al verlo, y lo besó repetidas veces. (…) “Querido Padre (dijo el Papa al sacerdote que le había hecho llegar el cuadro por petición de Sor Genoveva), ¡cuán hermoso es este cuadro!…” Y como el Padre pidiera una bendición para la artista, agregó: “Quiero que le llevéis un recuerdo mío”. Abriendo sus armarios, el Papa busca algo que no puede encontrar… “¡Han desordenado todas mis cajas!”, dice con conmovedora simplicidad. Y dando sus ojos con una medalla de bronce, en la que estaba su retrato en relieve, se la da al Padre para entregársela en su nombre a la pequeña carmelita. Aunque el Padre en cuestión afirma que el Papa buscaba una medalla de plata, Sor Genoveva está toda ella jubilosa con su medalla de bronce. Y con razón, pues como dice nuestra artista: “Yo no presenté mi cuadro en ninguna sala de exposición, mas he aquí que el mismo Santo Padre es el que se ha encargado de condecorarme”. [6]
El Cardenal Casimiro Gennari escribirá al abate Eugenio Prévost la siguiente carta fechada el 4 de junio de 1906:
“Reverendísimo Señor: He expuesto al Santo Padre, en la audiencia de este día, el proyecto ideado por Vuestra Señoría Reverendísima con miras a la máxima difusión posible de la imagen de la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo, tal y como el Carmelo de Lisieux ha conseguido diseñarla, con arte inigualable, inspirándose en la verdadera imagen del Santo Sudario. Su Santidad –que acepta y agradece cordialmente el envío de una fotografía de esta Santa Faz- aprueba gustosamente vuestra empresa.
A la verdad, no se pueden considerar los rasgos y la expresión de esta adorable figura sin sentirse vivamente emocionado y sin que en el corazón florezcan sentimientos de compasión y amor. Esta imagen puede ser útil a toda clase de personas, ya que se puede considerar como un libro de meditación sobre la Pasión y la muerte de Nuestro Divino Redentor.
Por todo esto, confirmando las indulgencias ya concedidas y firmadas de su mano, el Santo Padre declara de nuevo que a todos aquellos que meditaren algunos instantes delante de esta imagen en la Pasión de Nuestro Señor, por este solo hecho, les otorga todas las indulgencias concedidas por los Soberanos Pontífices a la Corona de las cinco Llagas. Igualmente, Su Santidad desea que esta imagen se distribuya por todas partes y que se la venere en todas las familias cristianas, recomendando la propagación de su culto de manera particular a los Reverendísimos Obispos y a todos los eclesiásticos, y bendiciendo muy especialmente a todos aquellos que sean sus propagadores”. [7]
La imagen, en fin, obtuvo en marzo de 1909 el Gran Premio en la Exposición Internacional de Arte Religioso de Bois-le-Duc (Países Bajos) y adornó, especialmente durante la primera mitad del siglo XX, buena parte de los oratorios del Planeta. En nuestros días ha sido “rescatada” por Pierre Descouvemont y Helmuth Nils Loose en su monumental obra “Teresa y Lisieux”, donde le dedican varias páginas y aparece magníficamente reproducida.[8]
Sor Genoveva (Celine) falleció el 25 de febrero de 1959. El 19 de octubre de 1997 (Día de las Misiones), Juan Pablo II proclamó a Santa Teresa de Lisieux Doctora de la Iglesia.
Andrés Brito, Santa Cruz de Tenerife (2006)
Nota: deseamos mostrar públicamente nuestro agradecimiento al señor Pablo Ferrando al ponernos en la pista de conocer estos hechos y cedernos el material bibliográfico necesario para la elaboración del artículo que fue publicado en el nº 41 de la revista "Línteum".
[1] De Lisieux, T., “Santa Teresa de Lisieux. Obras completas”, Monte Carmelo, 2003.
[2] De hecho, ingresó en el Convento llevando su cámara fotográfica en el equipaje, cosa que hoy nos permite acceder a un extraordinario archivo gráfico que retrata a las carmelitas de Lisieux en su vida cotidiana.
[3] Se refiere al hogar paterno.
[4] Téngase en cuenta que el libro del que tomamos la cita fue escrito en 1952, estando aún viva Celine (Sor Genoveva), la autora del retrato.
[5] Vale para este detalle la observación anterior.
[6] De Santa Inés, F., “La Santa Faz”, Victoria Gráfica, Barcelona 1952.
[7] Ibidem.
[8] Descouvemont, P. Y Nils Loose, H., “Teresa y Lisieux”, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1991.